Es innegable la capacidad y poder de las palabras como lenguaje principal en la comunicación y programación que tenemos primero con nosotros mismos a través del «diálogo interno» y con otros seres humanos en nuestras interacciones diarias. En uno de los libros más difundidos y conocidos en todo el mundo, podemos leer lo siguiente:
“En el principio la Palabra existía, la Palabra estaba con Dios y la Palabra era un dios” (Juan 1:1, Traducción del Nuevo Mundo).
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1, Reina-Valera, 1960).
Y como en esta, en muchas culturas y líneas de pensamiento se repiten estos conceptos, la palabra tiene poder, evoca, crea, comunica, persuade, e influye, a través de las palabras generamos imágenes en nuestra mente y somos capaces de evocar recuerdos y traer sensaciones de experiencias pasadas. También con el poder infinito de nuestra imaginación y creatividad podemos ver vívidamente experiencias y situaciones que aún no han ocurrido y programarnos para traerlas a nuestra realidad consciente.
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